En el complejo mundo de los sueños existen numerosos modos de ponernos en contacto con los mensajes que nuestro inconsciente nos envía.  Una de esas formas se distingue de las demás porque al soñar nos damos cuenta del hecho de que estamos soñando.  Se trata de los llamados «sueños lúcidos», los que no son producto de la imaginación, sino que se encuentran relacionados con realidades alternativas.
En términos técnicos, puede decirse que los sueños lúcidos son aquéllos en los que somos conscientes de estar soñando y, por lo tanto, contamos con la posibilidad de ejercer un cierto control sobre lo que sucede.
La expresión «sueño lúcido» fué acuñada por un famoso psiquiatra holandés llamado Frederick van Eeden, quien era capaz de recordar alrededor de 500 sueños, 352 de los cuáles eran del tipo descrito (lúcidos). El comienzo de estos sueños, es precedido siempre – según van Eeden – por la sensación de volar o flotar.
Los sueños lúcidos difieren de los comunes en un aspecto primordial: Son más realistas y fácilmente manejables por el soñante.
Los investigadores trataron de relacionar este tipo de sueños con señales exteriores en el cuerpo.  Los resultados fueron sorprendentes.
Debido al carácter realista de los sueños lúcidos, el cuerpo refleja la experiencia onírica como si fuera real física.
Así, si alguien sueña que está corriendo, su respiración se acelerará tanto como la de un corredor.  Si sueña que hace un calor excesivo, transpirará en relación con la marca térmica de su sueño.  Si sueña que recibe una herida, esa parte del cuerpo resultará afectada y dolorida.

Los sueños lúcidos difieren bastante de los sueños que podemos calificar como «normales» ya que tampoco las circunstancias, en las que se desarrollan los primeros, son las mismas de aquéllas en las que se desenvuelven los segundos.
Oliver Fox, un frecuente soñador lúcido, se dedicó a recopilar y a estudiar este tipo de sueños y observó que, en éllos, atravesaba cuatro estadios de conciencia diferentes.
Si soñaba con un hecho anormal, en la primera etapa del sueño percibía todos los sucesos como naturales.  En la segunda fase, podía percibir la «anormalidad» – por ejemplo, que volaba por los aires como si tuviera alas – pero no podía darse cuenta del porqué de este hecho.  Sólo en la tercera etapa era capaz de percibir que el hecho portaba algún significado – aunque todavía no pudiera ver cuál – y, en la cuarta fase, por fin, la anomalía se le presentaba como un «dato» que tenía que analizar y, al hacerlo, se daba cuenta de que, por la naturaleza de lo no «normal» que estaba viviendo, sin duda soñaba.

Aunque el libro de Green «Sueños lúcidos» (1968), es el primer estudio, moderno, general, del fenómeno, éste no había pasado desapercibido para los sabios de la antigüedad.
Aristóteles, por ejemplo, alude a él cuando escribe: «Frecuentemente, cuando dormimos, hay algo en la conciencia que nos dice que aquella experiencia que protagonizamos, tan real, es un sueño con mensaje».
Existen también algunos textos tibetanos que se refieren a los sueños lúcidos. La enseñanza acerca de los sueños lúcidos era uno de los seis tópicos atribuidos al maestro hindú Naropa (siglo X). Entre sus discípulos se contaba el tibetano-lama Marpa y fué con él con quien abordó el estudio de los textos tibetanos y su posterior transmisión.  Las enseñanzas de Naropa y Marpa estaban destinadas, exclusivamente, a los monjes más avanzados y consistían esencialmente en instrucciones sobre como provocar los sueños lúcidos y como cambiar en éllos los acontecimientos que se sucedieran.  Ambos maestros suponían que la habilidad para cambiar estos acontecimientos ayudaba al soñante a comprender la naturaleza, vidente, de la realidad y este conocimiento contribuía a su paz espiritual acercándolo al Nirvana.

Hasta hace pocos años, el conocimiento científico de los sueños lúcidos se basaba en la acumulación de relatos de sueños de este tipo que los psicólogos, simplemente, clasificaban como fenómenos paranormales, o los despreciaban por considerarlos burdas supersticiones.
Fué en 1970, con la investigación iniciada por el psicólogo Stephen LaBerge, que los sueños lúcidos pasaron a ser estudiados en laboratorio de forma científica.
Los experimentos de LaBerge fueron posibles en la medida en que comenzaron a asociarse con las producciones oníricas en la fase REM del sueño y, entonces, se desarrollaron técnicas que permitieron monitorizar cada una de sus fases.  Durante la fase REM los ojos parpadean significativamente, mientras el cuerpo se queda detenido en una especie de parálisis.
Este hecho permitió deducir a LaBerge que existía la posibilidad de que el movimiento de parpadeo respondiera a diferentes patrones, de acuerdo con el tipo de producción onírica que se estuviera gestando y que, en consecuencia, al sueño lúcido podría corresponderle un tipo especial de patrón de movimiento.  Su suposición quedó corroborada por los experimentos, abriéndose así el camino para nuevas investigaciones.
Otra de las comprobaciones importantes que se realizaron es que el tiempo de duración de los sueños lúcidos es el mismo que el de la vida real. Es decir, que los eventos que se producen durante el sueño duran tanto como durarían en la vigilia, tanto en tiempo como en espacio.

Aunque existe una estrecha conexión entre sueño lúcido y experiencia extracorpórea, ambos tipos de fenómenos difieren bastante entre sí.
Oliver Fox señala que un sueño lúcido es un sueño de conocimiento, ya que a través de él, podemos obtener la información vivencial de lo que estamos soñando.
Cuando comenzaron a hacerse las primeras investigaciones sobre experiencias extracorpóreas, se creyó que el sueño lúcido era la antesala obligatoria de estas experiencias.
Si «el sueño de conocimiento» se prolongaba, era inevitable que sobreviniera, posteriormente, una experiencia del cuerpo astral.  Pero, ahora, se sabe que no necesariamente tiene que ser así (aunque, en ocasiones, sí lo sea).
Las experiencias extracorpóreas se producen, sobre todo, cuando la persona está más cerca del estado de vigilia (e, incluso, totalmente despierto) que del sueño y, por esta razón, el mundo es percibido de forma más realista que en los sueños lúcidos.
Por lo general, en las experiencias de cuerpo astral aparecen representaciones de la vida y el mundo real, mientras que, en los sueños lúcidos, es común que se presenten elementos simbólicos o fantásticos.
Además, durante las experiencias extracorpóreas se tiene un mayor control de los sucesos y el propio cuerpo, mientras que el que sueña puede llegar a experimentar de que no tiene cuerpo en absoluto.

Por su parte, el psicólogo Harvey Irwin, después de una meticulosa comparación entre ambas producciones oníricas, llegó a la conclusión de que se trata de estados absolutamente diferentes tanto desde el punto de vista neurológico como desde el punto de vista fenomenológico.
De acuerdo con los múltiples relatos que recogió y las experiencias de laboratorio que efectuó, durante los sueños lúcidos la conciencia permanece en el cuerpo y simplemente imagina (sueña) diversos hechos, mientras que en las experiencias extracorpóreas, en cambio, la conciencia se separa del cuerpo y viaja de forma pseudo-física por el tiempo y espacio.
Una persona con capacidades extracorpóreas es capaz, también, de tener sueños lúcidos mientras que una persona, con sueños lúcidos, no siempre puede efectuar viajes astrales.
Ambas experiencias pueden ser complementarias, pero no iguales.

Y, después de haberme tomado un año sabático, como véis…  He vuelto !.
Un abrazo para todos mis seguidores.  Nos vemos a la próxima !