Si aprendemos a registrar las señales de nuestro inconsciente que nos anticipan el futuro, seremos capaces de evitar la fatalidad y convertirnos en arquitectos de nuestra existencia.
Para algunos pensadores que se han ocupado del tema del destino, toda nuestra existencia se encuentra previamente determinada y en nada podemos escapar al designio de Dios.
Otros, en cambio, consideran que cada hombre es creador de su propia vida y, en modo alguno, víctima de la fatalidad.
En general, las más importantes culturas de la antigüedad, como por ejemplo la griega, consideraron que el futuro de un hombre estaba delineado a fuego y que era imposible escapar de este diseño previo.
La tragedia griega se nutrió, fundamentalmente, de este fatalismo que dejaba el porvenir del hombre sometido a la voluntad de los dioses.
Por este motivo, al estar el destino prefijado, comenzó a ser completamente natural el poder vaticinarlo.
Así fué como nacieron y se extendieron los oráculos, los augures y otras entidades similares.
Lo que no se discutía en la antigüedad era que si un oráculo vaticinaba un hecho para el futuro de un ser humano, ese porvenir era inamovible.
Si a un sujeto como Edipo se le auguraba que iba a desposar a su madre y asesinar a su padre, no se podía hacer nada para evitarlo. Y, de hecho, así ocurría como curiosa obediencia,inconsciente, al propio vaticinio.
Uno de los ejemplos más claros es el del legendario Creso, a quien un sueño le había anunciado que su hijo moriría asesinado. Con el objeto de sustraerlo de aquella suerte, el rey lo confió a la asidua vigilancia de una persona, de la cual él mismo desconfiaba, y que fué la misma que años mas tarde perpetraría el crimen.
Cada pueblo posée una creencia inconsciente profundamente arraigada sobre este polémico tema y muchas veces es este concepto previo el que determina lo que acontece en la realidad.
Existe, en Australia, por ejemplo, un ritual conocido como «la dirección del hueso», que consiste en someter a una persona que ha transgredido alguna ley a los dictados de un pequeño huesito.
Cuando, después de la prueba, se le informa al individuo que, de acuerdo a la manera en que ha caído el hueso, sólo le quedan, a lo sumo, siete años de vida, la víctima entra por lo general en una repentina depresión y muere al poco tiempo.
Diversos ocultistas del pasado y, en general, la mayoría de los sacerdotes de las principales religiones consideraban que el destino era inevitable.
Sin embargo, con el correr del tiempo, la antigüa afirmación de que «todo está escrito» fue perdiendo vigencia.
Los ocultistas modernos, en tal sentido, niegan el fatalismo. Los líderes de las diversas religiones, también.
Consideran, igual que las corrientes filosóficas de los últimos dos siglos, que no existe nada en el mundo que el hombre no pueda modificar a fuerza de voluntad, incluyendo su propio futuro.
Una de las preguntas que cabe formularse en torno a este tema es si existe algo que podamos llamar «Destino».
La respuesta, según lo que sostienen todos los ocultistas, es que sí.
Hay un lugar espacio-temporal en nuestro futuro que, a grandes rasgos, podría considerarse el «destino».
Eso es lo que los adivinos y clarividentes visualizan en sus sueños proféticos. Y consiste, en síntesis, en el marco que hay que tener en cuenta de que todos los destinos individuales se entrecruzan.
El psicólogo e investigador suizo Carl Gustav Jung, del cuál publiqué, hace poco tiempo, un artículo dedicado, en exclusiva, a él:
estaba convencido de que nuestro destino individual se encuentra sumergido en lo mas oculto del psiquismo profundo.
Asimismo decía que todos usamos el subconsciente para modelar nuestra propia suerte y modificar el destino.
La solución que postulaba el defensor de los arquetipos universales era simple: llevar a un nivel consciente este proceder del subconsciente y alterar el destino de acuerdo con nuestros deseos mas íntimos.
Por supuesto, mal puede modificarse lo que no se conoce y por éso saber el porvenir es fundamental.
Aunque debe aclararse que no es preciso visitar a ningún clarividente para conocer el futuro, ya que, en general, todos los seres humanos recibimos constantemente mensajes de nuestro subconsciente, en sueños o durante la vigilia, que nos alertan sobre el porvenir.
Simplemente, hay que saber «leer» esos mensajes y después obrar en consecuencia.
En tal sentido, si uno quiere modificar su destino, tiene que interpretar estos mensajes, que casi siempre son inconfundibles cuando comienzan a reiterarse.
Lamentablemente, el ideal de Jung de percibir el futuro de manera consciente parece, en la actualidad, muy difícil para los seres humanos por su excesiva terrenalidad y escasa espiritualidad.
La sociedad actual se ha convertido en una carrera imparable de acumulación de bienes y cruel competición.
Para poder augurar nuestro propio futuro, tenemos que «soñar» también despiertos y, para ésto, necesitamos mayores dósis de espiritualidad, no sólo de forma individualizada sino, incluso, global.
VENCEDORES DEL DESTINO (algunos ejemplos):
Hay muchos casos que prueban tajantemente que el destino individual puede ser modificado mediante la autoconsciencia y el poder de la voluntad.
La escritora norteamericana Louise Hay, autora del famoso libro «Tú puedes crear la vida», cuenta que cuando los médicos le dijeron que padecía un cáncer vaginal incurable, élla se resistió a creerles.
Guiada por la férrea convicción de que estaba en sus manos modificar su destino, Louise se embarcó en un programa de salvación individual que incluía varias disciplinas de la medicina alternativa. En seis meses estaba totalmente recuperada.
Otro caso, similar, fué el del célebre curandero Edgar Cayce. Este físico destacado enmudeció a los veinte años debido a una grave enfermedad. Lejos de abandonarse a su mala suerte, Cayce desarrolló su potencialidad psíquica convencido de que él podía modificar su destino.
Y así lo hizo. Primero se curó a sí mismo y luego se dedicó a curar a sus semejantes, al punto de convertirse en uno de los mas grandes sanadores, reconocidos, de este siglo.
PERDEDORES DEL DESTINO (algunos ejemplos):
Por el contrario, también se conocen muchos episodios en los cuáles no escuchar los mensajes del inconsciente concluyó con el cumplimiento del destino prefijado.
Los sueños premonitorios, por todos conocidos (¿verdad?), que instaban a Abraham Lincoln a no concurrir al teatro, dónde fué asesinado, son un ejemplo.
También lo es el caso de Robert Gilbert-Lecomte, quién murió de tétanos, después de sostener durante muchos años que iba a morir de esa enfermedad. Incluso llegó a componer un poema titulado «Tétanos místico».
No menos extraño es el caso del pintor Millais, quien habitualmente veía dibujarse en las telas en las que trabajaba los números 13 y 1896. Como ya os podréis imaginar, en efecto, el artista murió el 13 de julio de l896.
Ninguno de estos individuos, a pesar de conocer – aunque sea en parte – la naturaleza de su destino, hizo nada por modificarlo.
El propio Millais solía decir que «lo que está escrito no se puede cambiar».
Por éso, Lincoln, Lecomte y Millais no creyeron en el poder de su voluntad, a diferencia de los ejemplos anteriores, como son la escritora Louise Hay o el físico Edgar Cayce.
CAMBIO DE DESTINO COMUNAL:
Un ejemplo colectivo de este fenómeno fué el célebre hundimiento del Titanic.
Los investigadores sostienen que, de los casi 200 pasajeros que renunciaron a hacer el fatal viaje, por lo menos el 70% habían tenido visiones en las que se observaban muriendo ahogados.
Todos éllos habían sido capaces de percibir las señales de su inconsciente, creer en éllas, alterar sus planes y, gracias a esta actitud, escapar de una muerte segura y terrible.
Conclusión: Aprended a escuchar a vuestro subconsciente y no penséis que estáis «locos» si tenéis alguna «visión» repetitiva.
Alertad a vuestros sentidos conscientes para ganarle la partida al subconsciente.
Como bien dijo William Shakespeare: «El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos».
Un cordial saludo a tod@s mis lector@s y… hasta otra !